Junto con el ligamento cruzado posterior, el ligamento cruzado anterior es fundamental para una correcta estabilidad de la rodilla.
Su principal cometido es evitar un exceso de traslación anterior de la tibia respecto al fémur cuando la rodilla realiza movimientos de flexo-extensión.
Síntomas
La sensación de que la rodilla «se sale», o de sufrir un chasquido, unido a una hemorragia interna casi de forma inmediata y a la aparición de dolor y pérdida de movilidad suelen acompañar a la rotura del LCA, si bien es cierto que en personas sedentarias se puede dar la ruptura sin síntomas.
Causas y factores de riesgo
Las roturas del LCA ocurren en gran medida durante la actividad física o el deporte, siendo menos frecuente el accidente de tráfico o laboral. En función de cómo se haya producido se clasifican en roturas traumáticas o no traumáticas.
Diagnóstico
Una historia clínica focalizada y un examen físico son herramientas esenciales para diagnosticar la lesión del LCA, pero a menudo se utilizan imágenes con resonancia magnética (RM) para confirmar el diagnóstico. La resonancia magnética es el estudio más revelador en la confirmación de la ruptura del LCA.
El diagnóstico clínico se basa fundamentalmente en la anamnesis, que debe incluir el tiempo transcurrido desde que se produjo la lesión, cómo se produjo y la exploración clínica de la rodilla. En casos de sospecha de rotura de LCA no hay que perder la conveniencia de realizar una artrocentesis del líquido sinovial que alivie los síntomas.
La inestabilidad de la rodilla es el síntoma más común tras la fase aguda de inflamación, dolor y limitación del rango articular.
Tratamiento
La exigencia que el paciente tenga de su rodilla, ligada íntimamente a su nivel de actividad física, va a ser decisiva a la hora de tratar la rotura del LCA, puesto que el ligamento no tiene capacidad de regenerarse.
Existen distintas técnicas quirúrgicas para el tratamiento del LCA. El equipo de traumatología de IMSKE cuenta con una dilatada experiencia en las opciones más avanzadas.